Wednesday, March 05, 2014

ADIÓS AL TÍO SERGIO





Una multitud acompañó hoy, hasta el cementerio parroquial de Pichidegua, los restos de Sergio Araya Núñez, hijo dilecto de la vecina localidad de Larmahue, donde se casó con Mónica Urra y constituyó su familia compuesta por cuatro hijos: Quico, Marco Antonio, Carmen Mónica y Pilar.
Pese a ser día laboral, familiares, amigos y vecinos se dieron masivamente cita en la parroquia de Larmahue, donde se ofició una misa antes de su traslado al campo santo.
Su hijo Marco Antonio hizo un emocionado recuerdo de las cualidades morales de su padre y de los valores que transmitió a sus descendientes, mientras que el padre Omar,  de la parroquia de Pichidegua, trazó un perfil de su trayectoria humana.
Como un homenaje a su memoria, lo despedimos con un merecido discurso en el cementerio.

Querida tía Mónica, Quico, Marco Antonio, Carmen Mónica y Pilar
Le pedí expresamente a Quico tener la oportunidad de despedir al tío Sergio, no sólo en mi condición de sobrino mayor de la generación descendiente de los hermanos Araya Núñez, sino también porque él nos dejó un legado valórico que hemos jurado preservar y transmitir a las generaciones que nos siguen.
Seguramente muchos de los primos que están aquí presentes conservan algún recuerdo de su relación con el tío Sergio. En mi caso, me permito recordar un episodio, a lo mejor trivial, pero que refleja fielmente su bondad y disposición de hacer siempre el bien por el prójimo.
Ocurrió allá por el año 1954, cuando tenía sólo seis años. Como la mayoría de los niños de esa edad en mi barrio, la entretención favorita consistía en ir a las matinés infantiles en el cine de la parroquia San Genaro, en Rondizzoni.
En una ocasión fui víctima de una feroz paliza que me propinó una pandilla de muchachos poco mayores que yo. Volví machucado y dolorido a mi casa de entonces, en la calle Díaz Velasco. Al entrar me encontré con el tío Sergio, quien estaba de visita.
Quizás con vergüenza, le narré lo que me había ocurrido. Sin dudar un minuto, me propuso acompañarme para ir a buscar e identificar a los agresores, a pocas cuadras de la parroquia. Me acuerdo muy bien que se hizo pasar por detective e indagó con los vecinos en busca de pistas para dar con su paradero. La gestión, como era presumible, no tuvo un resultado efectivo, porque primó la natural protección, pero en mis recuerdos quedó grabado para siempre ese gesto paternal y protector del tío Sergio.
Pasaron los años y mi afecto hacia él siempre se mantuvo inalterable, a pesar del largo período en que permanecí fuera de Chile. Ayer, mi mamá me recordó que había sido paje, con mi hermana Silvia, de su matrimonio.
Otros de los lindos recuerdos que tengo del tío Sergio es cuando en los veranos en la casa del abuelito Andrés, en Cachapoal, nos subía a los camiones que conducía con maestría a distintas partes del país, e incluso a la vecina Argentina. Encaramarnos a esos verdaderos monstruos de fierro era para muchos de nuestros primos un deleite quizás sólo comparable con el placer que sienten los niños de hoy cuando superan etapas en los play station u otros juegos computacionales.
Eran otros tiempos, cuando la vida era más sencilla y menos complicada que la actual. Nuestros juegos, cuando veraneábamos en esta hermosa zona de Chile, eran el fútbol, andar a caballo o subir los cerros. En esas actividades, el tío Sergio siempre nos alentó y acompañó cuando su trabajo lo permitía.
A estas horas está junto a sus hermanos y hermanas que le precedieron en el tránsito hacia un mundo o esfera misteriosa y desconocida para muchos de nosotros. El tío Tito, mi papá y las tías Yola y Tuca. Una linda generación de la que sobreviven, y esperamos por muchos años más, la tía Olga y los tíos Mario y Raúl.
Tío Sergio. Muchas gracias por habernos entregado y transmitido su ejemplo de vida. La tía Mónica y nuestros primos Araya Urra siempre sentirán el orgullo de llevar su apellido y haber sido su esposa e hijos. Buen viaje, tío.

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