Monday, August 19, 2013

La despedida a la tía Tuca

Emotiva resultó la despedida de la querida Tuca, el sábado 17, en el Cementerio de Nos. Una larga caravana de familiares y amigos acompañó sus restos desde La Florida, donde vivió por largos años.

Adjuntamos el discurso de despedida con el cual quisimos rendir un homenaje por todo lo que nos entregó en vida.
 

ADIÓS TÍA TUCA
QUERIDOS TIOS, PRIMOS, SOBRINOS Y AMIGOS
     ME TOMÉ LA LIBERTAD DE PEDIRLE A LOS HERMANOS LORCA ARAYA QUE ME DIERAN LA OPORTUNIDAD DE DESPEDIR A NUESTRA QUERIDA TÍA TUCA EN SU PARTIDA DEFINITIVA DE ESTE MUNDO. Y LO QUISE HACER NO SÓLO EN MI CONDICIÓN DE HABER SIDO SU SOBRINO MAYOR, SINO TAMBIÉN PARA RENDIRLE UN HOMENAJE Y DARLE LAS GRACIAS POR TODO LO QUE NOS ENTREGÓ EN SU VIDA.
PERMITANME DEJAR DE LADO LOS LUGARES COMUNES O FRASES CLICHÉS QUE SUELEN EMPLEARSE CUANDO SE DESPIDE A UN SER QUERIDO, PARA INCURSIONAR EN ASPECTOS MÁS PERSONALES CON LOS CUALES INTENTO TRAZAR SU SEMBLANZA.
     La tía Tuca perteneció y vivió en otro Chile. Un país más solidario, acogedor, fraternal e inclusivo. Preocupado por el prójimo. Vino del campo, cuando entonces no hablábamos de regiones sino que simplemente mencionabámos sus nombres: Cachapoal, Concha y Toro, Peumo, Codao, San Vicente, Larmahue, Pichidegua. Nombres de algunas localidades y pueblos de nuestro campo que la tía Tuca recorrió en sus años juveniles cuando participaba activa y entusiastamente de la vida campesina en todas sus facetas, desde las típicas fiestas y paseos campestres hasta las competencias deportivas.
Es cierto que era una vida simple, sencilla, si se quiere modesta, sin celulares ni otras tecnologías sofisticadas, pero llena de fuertes valores éticos y morales que, en definitiva, son  los que valen porque trascienden y se transmiten a sus descendientes.
Como no recordar los muchos momentos compartidos con ella en la casa del abuelito Andrés y la abuelita Berta, en Cachapoal, donde los sobrinos santiaguinos pasábamos los veranos de nuestra juventud, que incluían el obligado paseo, entre comillas, a la parada del tren en Concha y Toro, donde religiosamente, en horario diurno y nocturno, esperábamos la pasada y detención del convoy, ya fuera para esperar a un familiar que venía de Santiago, o recibir ansiosos los diarios y revistas que llegaban de la capital. O simplemente para conversar con los lugareños en un rito simbólico que en esta época echamos mucho de menos.
La tía Tuca participaba de toda esa vida y, en muchas ocasiones, acompañaba como una seguidora más al equipo de fútbol del club Concha y Toro en los partidos con otros combinados de la zona.
Luego vino su etapa en Santiago, donde-gracias a su firmeza y determinación- formó pareja con el tío Pancho, de la que nacieron sus cuatro hijos, uno de ellos –el mayor, Cristián- residente desde hace años en los Estados Unidos. Cristián tuvo la dicha de tener a la tía Tuca en su casa, en lo que fue una verdadera hazaña porque la tía era reacia a salir del país y menos subirse a un avión.
Estoy seguro que cada uno de ustedes guarda en su mente y su corazón más de alguna anécdota de su relación con los Lorca-Araya.
En lo personal, y excúsenme ser autorreferente, guardo los recuerdos de la casa de Armando Mock, en Macul, donde crecieron Cristián, Rodrigo, Claudio y Pancho.
En mi época de estudiante de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile, frecuentaba regularmente su casa porque quedaba cerca del pedagógico y en muchas ocasiones tenía que volver a clases en la tarde, con lo cual me evitaba el largo y tedioso viaje a la comuna de San Miguel donde vivía entonces.
Fue inmensa la generosidad de los tíos en aquella época y la rúbrica la pusieron en los aciagos días después del 11 de septiembre de 1973 cuando la tía Tuca y el tío Pancho me cobijaron y dieron protección en momentos muy difíciles para mi integridad física.
Así fue la tía Tuca. Fiel representante de la familia Araya Núñez. Desprendida, afectuosa, generosa y cariñosa. Seguramente en estas horas nos está mirando desde algún punto del universo y sentirá la satisfacción de haber cumplido cabalmente su misión en su paso por esta vida terrenal.
Tía Tuca. Tal como antes prometimos a quienes te antecedieron en este tránsito hacia el más allá, le haremos honor –como tú lo hiciste- al apellido que llevamos con orgullo. Los Araya con todas sus variantes familiares colaterales. Tía Tuca, descansa en paz.

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